Por Willians De Jesús Salvador
El presente es fundamental para construir el futuro, nuestra existencia se conforma según proyectos, planes y de ahí la estrategia para lograr esas aspiraciones. Mi generación fue rebelde y mal gastó su adolescencia, así como parte sustancial de la adultez, para construir una nación afincada sobre los pilares de una democracia ejemplar. En el camino cuantos hombres y mujeres fueron encarcelados, deportados, torturados y vilmente asesinados.
El sistema de partidos hizo implosión en las manos del liderazgo de relevo de los tres grandes partidos y las fuerzas políticas nacientes han sido incapaces de producir una renovación del viejo y perverso modelo político dominicano. La política dejó de ser la conjugación de ideales y sentimientos patrióticos para convertirse en un «mercado», y los consultores y mercadólogos hablan en su lenguaje técnico del «mercado electoral», y es una realidad incontrovertible que en su accionar los partidos son bolsas de valores. Han habido más mudanzas de políticos que en todos los procesos anteriores.
La generación gobernante es la misma que enfrentó los gobiernos reeleccionistas del Dr. Balaguer, la misma que desafío el triunvirato e hizo la Guerra de Abril, por la que el Coronel Camaño se inmoló, es la misma por la que el Dr. Peña Gómez se negó a aceptar ser presidente por dos años, y cambió el honor de ser presidente para producir reformas constitucionales y avanzar en la construcción de la democracia prometida.
Hoy día la República Dominicana vive un estado democrático marcado por las mismas lacras del pasado, con la diferencia que en el pasado había como contra peso un pueblo que enfrentaba con gallardía y determinación hasta con la vida al gobierno, a la vez que los partidos eran instituciones creíbles y esperanzadoras de un verdadero cambio político. Hace falta un impulso ético a la democracia dominicana y que el ciudadano sea el dueño absoluto del poder.
Con lo anterior como trasfondo de este artículo, crítico y despiadado, he pergeñado lo siguiente. El país tiene buen pasto para re encausar el quehacer político para que el pueblo recobre su fe en la clase gobernante del presente y futuro. Que los partidos políticos vuelvan a ser instituciones creíbles. Se puede afirmar que estamos viviendo desde hace tiempo, un gobierno para los políticos, no un gobierno para el pueblo, no me refiero al actuar solamente, ni solo los del PLD, los gobiernos del último medio siglo, y el anterior al 1961 era de un solo hombre.
La tensa y abigarrada situación generada por el asesinato cobarde, irracional y salvaje del profesor Mateo Aquino Febrillé, con quien me unía una amistad personal, abre el obligatorio debate de la civilidad política y la necesidad de que los candidatos a la presidencia de la República debatan sus programas de gobierno y sus recetas para resolver los problemas que afectan sensiblemente a la sociedad dominicana, como la delincuencia, la violencia, el tema obligatorio de blindar al Estado de una ley anticorrupción como existe en otros países; además airear la discusión sobre el modelo de desarrollo y el modelo económico a implementarse, como frenar esa galopante deuda externa, entre otros temas que deben consensuarse.
He escuchado de parte del equipo de campaña del presidente de la República y aspirante a la misma posición, que este no va a participar en debates con los candidatos presidenciales con el argumento de, el que está arriba no debate, esa es una actitud que no se sintoniza con la tendencia de la democracia a nivel global, esa es una posición atrasada, que pudo ser una verdad axiomática en la era pre-digital, hoy día el ballotage constituye una herramienta que los electores la siguen con pasión e incluso se empoderan de la línea trazada en los temas por sus candidatos para convencer a independientes.
Desde aquel primer debate histórico celebrado entre los candidatos presidenciales de Estados Unidos de América John F. Kennedy y Richard Nixon sostuvieron en la cadena CBS el 26 de septiembre del 1960, se ha convertido en una tradición en las elecciones los debates presidenciales, los periodistas, comunicadores, consultores, politólogos y los directores de medios, señalan a sus criterios quien ganó el debate en esa ocasión lo ganó el candidato demócrata Kennedy que era más telegénico. Este debate fue seguido por más de 70 millones de personas, posteriormente se instauró el debate en Gran Bretaña y Canadá, actualmente se celebran en diferentes países latinoamericanos.
Actualmente se están celebrando debates presidenciales en las primarias de los partidos Republicano y Demócrata, los cuales han despertado gran interés en el pueblo norteamericano, y por vía de consecuencia en América Latina. Los debates electorales en la era digital hacen participe un universo mayor, esto lo hace más incluyente y los candidatos llegan hasta electores que por las más diversas circunstancias nunca le escucharían de viva voz. La democracia sin debate, sin tomar en cuenta las necesidades del pueblo, la agenda de desarrollo y excluyendo las fuerzas sociales que gravitan en todo el tejido nacional, la democracia es una mera carcasa, para justificar los privilegios sin límites de los políticos dueños de los partidos del sistema.
Corría el año 1996 cuando me reuní con el Dr. José Francisco Peña Gómez, y le expresé que no podía rehuir al debate con el entonces candidato del PLD, Dr. Leonel Fernández, y me manifestó el concepto obsoleto de que quien estaba arriba no debatía, y le manifesté: Líder con todo mi respeto, es frente a sus seguidores e independientes que usted está quedando mal. Preguntó ¿ porque ? y le respondí porque se crea la percepción que usted representa el status quo del sistema actual y él como joven la vanguardia de un estado moderno. Eso podría inclinar el voto joven cansado y decepcionado de los dos grandes partidos. Se quedó reflexivo, y luego respondió: -los estrategas difieren de su percepción.
Marchamos a pie hacia el monte de Gesetmani en silencio. No hablamos más del tema y Leonel presentó un monólogo solo en TV con una silla vacía, como estrategia publicitaria que tuvo efectos a su favor.
Me permito sugerir que el debate sea organizado por los directores de Periódicos y con la moderación de un un hombre de grandes virtudes cívicas, intelectuales y alta calificación profesional como lo es el doctor Ramón Antonio Veras (Negro) u otra personalidad de esa estirpe en la Universidad Pontificia Catolica Madre y Maestra, que es la casa del diálogo nacional, con su Rector el Revdo. Padre Ramón Alfredo de la Cruz Baldera, como anfitrión y coordinador, para garantizar un debate con altura y equitativo. Con la participación de todos los candidatos presidenciales de los diferentes partidos y alianzas políticas.